¿Amanecer o atardecer?

The problems of rich people

Yo no me he podido decidir. Me fascinan las primeras luces del día y me encantan los celajes cuando cae el sol. A vos: ¿cuál te gusta más? ¿Cuál es tu amanecer más recordado? ¿Y cuál atardecer?

Mientras escribo esta nota, sale el sol en el horizonte del mar Atlántico. Es un espectáculo natural que vivimos dormidos la mayor parte del tiempo, y que nos recuerda lo maravilloso que puede ser lo cotidiano. ¡Y lo fácil que es ignorarlo! (Basta seguir durmiendo).

Acá te dejo una foto rápida de este instante en el que rompe el día al sonido de las olas, las gaviotas y unos cuantos madrugadores. Qué maravillosa forma de inicar este domingo.

Son muchos los amaneceres inolvidables. ¿Recordás alguno en particular? Yo del alba tengo muchos recuerdos que me llevaré conmigo siempre.

De hecho, de uno lejano me acuerdo y por esto busqué una foto para compartir brevemente esa experiencia inolvidable, que se dio simplemente porque nos lo imaginamos posible.  (Todo ha sucedido dos veces). La imagen viene de un amanecer en las arenas del Sahara hace unos cuatro años, después de dormir a cielo abierto bajo unas pesadas y olorosas cobijas beduinas.

Las emociones eran profundas y el frío también. En la zona llamada como el “desierto blanco” se vive la naturaleza a más no poder, aunque los estándares de higiene acostumbrados es mejor dejarlos en casa. Como sucede en Osa o Tortuguero, porque sale el sol todos los días en cada rincón de la tierra. ¡Qué lo digan los madrugadores!

Recuerdo el amanecer de 3 de noviembre del 2003, cuando subimos unas 100 personas al Irazú para presentar el nombre Tribu, después de 15 años llamándole Consumer. Decidimos hacerlo sin Powerpoint ni tragos, lejos de un hotel y de forma inspiradora. Nos fuimos al volcán y allá, en unas placas en el cuello presentamos el nombre, que mas que una marca, se asumió como un compromiso. No podes llamarte Tribu y no serlo.

En el ocaso del día, cuando cae el sol y aparecen las estrellas, las memorias también son incontables. Desde cuanto hacía las locuciones en Radio Mil para el programa “Al Atardecer” hasta Tamarindo en filmación para jugos Del Campo, desde los celajes que tanto gozamos en Santa Ana, hasta aquel momento impresionante cuando vivimos un regalo de vida al gozar el Everest pintado de dorado al atardecer y a la distancia.

Esta foto fue un click desde el Kalapatar a 5.550 metros de elevación, y desde ahí en palco frente a docenas de picos a la vista vestidos de dorado. Caía el sol y por esto, las montañas de 5 mil metros se apagaron primero. Luego las de 6 mil y así continuaron oscureciéndose las de 7 mil metros sobre el nivel del mar. Al final, por unos segundos, la única cima iluminada correspondía a la más alta del planeta. Fue un show de Dios indescriptible y verdaderamente emocionante. La temperatura caía a toda velocidad y el frío calaba hasta en los huesos.

Lo impresionante del espectáculo en cada amanecer y cada atardecer es que sucede a diario. Si lo gozamos despiertos y con los ojos abiertos de verdad, nos los podemos llevar como regalo del cielo para siempre. Si nos los perdemos, igual sucede. Ahí está esperándonos para dos citas por cada fecha en el calendario.

El día a día no tiene porqué ser menos emocionante. Si vivimos en el hoy y en el ahora, no permitamos pase el día sin que nos deje su regalo. Cada día es para vivirlo como una pequeña vida.

Así andan los pensamientos de este despertar madrugado, aunque te confieso que después de este tecleo he logrado decidirme por uno: amanecer.

¿Vos tenés alguna preferencia?

 

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