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Costa Rica es más marca que país

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Hace unos días me encontré con un aviso en la revista de American Airlines que me dejó impresionado. Se trata de uno más de veleros por el Caribe, el Mediterráneo y Costa Rica. Y en ese momento fue como que si se hubiera rápidamente detenido la película, la música también y en silencio saltara una voz atropellada y dijera: «¿y Costa Rica?».

¡Increíble! Nuestra marca país es tan poderosa hoy que nos equipara como atractivo con el Caribe y el Mediterráneo. ¿Será posible? ¿Será cierto que para atraer turistas y viajeros a sus veleros, mencionar Costa Rica es tan atractivo como todo el Caribe y todo el Mediterráneo? ¿O será que el dueño es un tico pura vida que ama su país?

Lo que yo sí se, muy a mi pesar, es que estamos lejos de poder cumplir con tan alta expectativa. El enorme ego nacionalista que nos caracteriza nos podría engañar. Con facilidad podríamos pensar un «Guauuu… somos muy famosos…», o peor aún, «Somos tan cool como todo el Mediterráneo junto!». Sin embargo, basta vivir nuestra realidad para reconocer que Costa Rica es más marca que país.

Cualquier gringo que se baje del avión será sorprendido por presas absurdas, como señal inequívoca de nuestro subdesarrollo. No porque las presas no se den en Londres o en Nueva York, sino porque las nuestras son visiblemente consecuencia de una infraestructura ridículamente retrasada. Esto para no mencionar la contaminación en San José a la vista y paciencia de todos, así como los ríos podridos por nuestra, otra vez, pobre cultura ecológica y rezagada infraestructura, reflejo de muchos gobiernos seguidos sin visión ni gobernabilidad.

En Costa Rica no solamente no podemos arreglar la platina de un puente viejo, sino que hace décadas no vemos uno nuevo, salvo el que nos regalaron los chinos. Los extranjeros que viven en nuestras ciudades me lo han confesado reiteradamente: «cuando uno llega a Costa Rica, ni se ve ni se siente lo que se escucha afuera del país». Ni San José es consecuente con la marca país, ni vivir en ella provoca como los anuncios que nos hacen famosos.

En medio de una realidad que tenemos que cambiar, y una condición que podemos transformar, tengo una buena noticia. El poder de la marca es casi tan grande como el de una gran visión. Contar con una marca país como la que goza Costa Rica, puede ser la fuerza que jale el desarrollo, su prosperidad y la consistencia que requerimos para sostenerla en el tiempo. Sin embargo, o le damos un plan al país o la marca podría no ser suficiente.

Así como me detuvo el anuncio de los veleros, yo confío en que pronto detendremos la ingobernabilidad y el curso del país sin una visión compartida. Tenemos la oportunidad de convertir a Costa Rica en un legítimo destino tan atractivo como el Caribe y el Mediterráneo juntos, única y exclusivamente, si logramos armar un proyecto país de consenso y alta visión de futuro.

Hagámoslo juntos. La idea la ha venido a fortalecer José María Figueres, y está dispuesto a liderar el proceso, no solamente porque sabe hacerlo como nadie, sino porque además tiene el poder de convocatoria, la experiencia y la visión global. En el contexto de sus reiteradas declaraciones que insisten en no tener aspiraciones presidenciales, podría ser para que el proyecto país sea ejecutado por otros.

Por esto, sería lógico pensar en quienes logran que las cosas sucedan, como lo ha probado Johnny Araya, el Alcalde de San José, actualmente adelante en todas las encuestas para ser nuestro próximo Presidente. No se trata, en mi visión, de uno o del otro, sino de sumar a todas las partes, armonizar sector privado y público, ilusionarnos con una visión y luego ir por ella.

En simple: nos frena la ingobernabilidad, tenemos la marca y contamos con los líderes. Necesitamos la visión de futuro y el proyecto país. Luego solo faltaría hacerlo todo.

Hagámoslo.

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