Perception

La percepción no es la realidad y puede llevarle al lugar equivocado

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Logo ThumbnailEra marzo de 2008 cuando programé el GPS del coche de alquiler para encontrar la gasolinera más cercana. Estaba en París y tenía que llenar el depósito para evitar el elevado coste de la gasolina en la agencia de alquiler.

Champs Élysées

Como estaba en la avenida Marceau, tardé menos de tres minutos en estar frente a la esquina donde la pantalla indicaba una «station d’essence» en los emblemáticos Campos Elíseos. Me alegré mucho de haber llegado en lo que me parecieron meros segundos.

Al instante fue fácil reconocer que había habido algún tipo de error del sistema, porque allí no había ninguna gasolinera. Es la historia de siempre: nos perdemos sin darnos cuenta. Sin embargo, en la fotografía de abajo, ¿hay una gasolinera?

Inmediatamente identifiqué la segunda gasolinera más cercana en el mapa digital, y me detuve unos minutos más tarde para encontrarme en la misma situación en otra dirección de la ciudad: ni rastro de gasolinera. Un par de molestos intentos más fueron exactamente igual.

Aquí no hay gasolinera.

Todo me apuntaba a un desenlace: quedarme sin gasóleo al ver que mi búsqueda fracasaba y el enigma se magnificaba: ¿dónde estaban las gasolineras en París?

Recurrí al método convencional de preguntar a varias personas, abandonando lo que parecía un fracaso de la navegación por satélite. Entre mis escasas palabras en francés y las indicaciones gestuales que recibía, estaba claro que los parisinos me enviaban a los mismos lugares donde había encontrado de todo menos un establecimiento para llenar el depósito del automóvil.

Quizá no ayudó que hiciera la búsqueda de noche. O quizá me engañaron mis arraigadas percepciones, las que conforman lo que podría llamarse mi «paradigma de la gasolinera». Pasé alrededor de una hora y media perdido en aquella búsqueda de gasóleo, aunque en aquel momento recuerdo que me pareció un mes tortuoso y sólido.

Buscaba el tipo de gasolinera habitual, y el diseño estaba tan fijado en mi mente que era incapaz de reconocer el trazado elegido por los franceses. Durante décadas han protegido su legado histórico y sus tesoros arquitectónicos con una solución que ahora me parece lógica y astuta.

Sencillo, como resultó, para todos menos para este estadounidense de Costa Rica, a punto de quedarse sin combustible, que por fin descubrió lo que era tan obvio para los lugareños: en esa zona las gasolineras están bajo tierra.

Entrada a la gasolinera subterránea

Además, con el objetivo de no añadir contaminación visual al entorno, sus señales son discretos indicadores de tamaño regulado, como se muestra en la imagen inferior. Entonces, ¿cómo descubrir lo que no es visible?

La moraleja de la historia plantea mil y una preguntas.

¿Cuántas oportunidades perderemos por culpa de nuestros arraigados paradigmas? ¿Cuántas ideas desecharemos por inesperadas? ¿Seremos capaces de descubrir las posibilidades más grandiosas que existen sin la influencia de otros puntos de vista?

¿Estamos dispuestos a vaciar nuestras copas para llenarlas de nuevo? ¿Cuánto no veremos por no abrir verdaderamente los ojos? Debe de haber innumerables «gasolineras» ocultas entre nuestras fijaciones limitadoras que poco o nada benefician a la innovación esencial a la que nos empuja hoy la velocidad del cambio.

Tenemos que ver más allá. Más allá de los límites que nos hemos fijado. Esto es un comienzo: la percepción no es la realidad.

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Este post fue publicado originalmente en «A Fuego Lento» el 28 dic/2014. Fue publicado por The Huffington Post el 06 dic 2017.

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