El regreso a casa y la emoción que perdura
Volver a Santa Ana después de haber vivido un fin de semana como el pasado no es, ni por un instante, una vuelta a la rutina. Más bien, se trata de un viaje de regreso cargado de emoción, de gratitud y de imágenes que perduran en la memoria. Un retorno envuelto en un halo de magia.
Me marché rememorando rostros, sonrisas, gestos, abrazos y conversaciones que se mantienen resonando en el alma.
Gracias a la generosidad de José Miguel Alfaro, amigo de toda la vida y compañero del colegio en la Metodista, tuve la oportunidad de sobrevolar la costa central del Pacífico de Costa Rica. Una grata experiencia en compañía de un hombre que disfruta del cielo como pocos. Cuando se pone a los mandos de un avión o de un helicóptero —los pilota de todos los tamaños y colores—, en su mirada puede reconocerse el entusiasmo de un niño ante algo nuevo.
Despegamos desde el aeropuerto privado de Cóbano (un emprendimiento local maravilloso), y el paisaje no tardó en abrirse ante nosotros: Guanacaste, el Golfo de Nicoya, Puntarenas, Caldera, el Valle Central… Una Costa Rica maravillosa desde el aire, un pedacito de cielo en la tierra.
Aquello fue increíble, y más aún lo fue compartir la experiencia al llegar a casa con mi esposa Álex, y también con Stephanie, Santiago y su pequeño Rafael, nuestro tercer nieto. La emoción crece cuando se comparte, y la reflexión termina de dar forma a lo vivido.
Un único sentimiento es capaz de definir y abarcar en conjunto la experiencia: gratitud.

Santa Teresa: un paraíso de contrastes
Santa Teresa es un lugar espectacular. La casa donde tuvo lugar el encuentro, que en algún momento perteneció a Mel Gibson, tenía una vista impresionante del océano Pacífico. Montezuma y Santa Teresa son rincones de pura belleza, donde la naturaleza todavía marca el ritmo de la vida. Olas para el surf y un ambientazo que muchos gozan sin descanso.
Sin embargo, toda luz tiene su sombra, y en Santa Teresa esa sombra se percibe con fuerza. La callecita principal es un verdadero desastre: una obra pública a medias, con polvo, huecos y un tráfico caótico de cuadras, triciclos, bicicletas, automóviles, peatones y camiones. Y por si eso fuera poco, hay una realidad que no puede ser ignorada: el tráfico de drogas y la inseguridad. Una huella indeleble en la zona. Durante mi estancia hubo un altercado con armas en el que tuvieron que intervenir la policía local y el OIJ —el Organismo de Investigación Judicial—.
No hay lugar perfecto, y los contrastes son profundos. Santa Teresa es un destino que deslumbra, pero que también enfrenta desafíos enormes. La belleza y la crudeza conviven, y, por desgracia, uno no puede quedarse solo con una parte de la historia.

¿Qué es Kinnernet? Un concepto único de conexión y creatividad
¿Cuál era el motivo del viaje? Kinnernet. Para el que no lo conozca, no se trata de una conferencia común y corriente. En Kinnnernet no hay agendas rígidas, no hay conferenciantes estrella ni un programa predefinido. Es una no-conferencia —es el término que mejor describe el concepto— creada por Yossi Vardi en 2003, inspirado por el Foo Camp de Tim O’Reily. Por tanto, es un encuentro donde la magia ocurre a partir de la espontaneidad entre un grupo muy selecto y al que solo se accede por invitación. La intención fundamental es compartir, colaborar, y explorar ideas sin barreras.

El espíritu de Kinnernet es el de la curiosidad sin juicio. No hay estatus, no hay etiquetas, no hay egos ni dinámicas de negocios o venta de nada. Solo personas abiertas a aprender, a conectar, a dejarse sorprender.
En Santa Teresa, más de 60 almas de distintas partes del mundo llegaron vivimos esta experiencia. Gentes venidas desde Nueva Zelanda, China, Italia, Holanda y distintos rincones de Estados Unidos. Y, como no podía ser de otro modo, una linda delegación local. Cada uno con su historia, con su energía, con su esencia única.

En dos pizarras blancas se establecieron horarios y salones, y estas quedaron en blanco y completamente abiertas para que los invitados anotasen cuándo y sobre qué deseaban hablar, conversar o profundizar. De este modo, durante el ciclo se cubrieron temas de muy diversa índole, desde la medicina natural hasta Israel, pasando por el fracaso o el estrés, y sin dejar de lado la poesía y los riesgos de la inteligencia artificial.

Para sorpresa de muchos, también hubo un espectáculo de talentos, la presentación de gadgets, ignites —eventos donde los speakers tienen un tiempo limitado para exponer temas— e incluso margen para la improvisación. Todo ello dentro de un entorno de personas abiertas, sin juicios de valor ni críticas de ninguna índole.
Un fin de semana de encuentros y momentos memorables
Para alojarnos compartimos un Airbnb maravilloso, una casa que se convirtió en nuestro pequeño refugio dentro del KinnerLat. Ahí, entre risas y conversaciones, tejí lazos con José Ignacio (por dos), Cristina, Fabiola, Daniel y Piero. ¡Qué bien la pasamos!
Entre los asistentes, unos cuantos conocidos de años atrás, tuve la oportunidad de conectar con José María Figueres —expresidente de Costa Rica— y David Grebler, también con Alberto Gross, José Ignacio Cordero, Margarita Herdocia, Roberto Saint-Malo entre otros.
Lo más valioso de estos encuentros no es lo que se aprende en una charla, sino lo que se vive en cada interacción, en cada conversación sin filtros ni poses. Siempre considero un regalo poder conocer nuevas personas con quienes ahora estoy conectado a través de la experiencia vivida.
No quiero destacar a nadie en particular porque mencionar una interacción en concreto sería ignorar otras, y prefiero no intentarlo. No obstante, lo que sí es cierto es que muchas de las conversaciones continuarán, sea compartiendo un café o una copa de vino.

Una conversación sobre el desapego
Hablaré, sin embargo, de una experiencia concreta. El sábado a las 10:30 de la mañana, tuve el honor de ser entrevistado por Roberto Saint-Malo frente a este grupo de almas hermosas. El eje central de la conversación se fue a lo interior, al mundo que tenemos entre pecho y espalda y, naturalmente, como no podía ser de otro modo, al desapego.
Hablamos de la importancia de aprender a soltar, de dejar ir lo que ya no nos pertenece, de no aferrarnos a lo que no nos hace bien. Porque muchas veces, lo que nos pesa no es la realidad, sino la historia que nos contamos sobre ella.
Y el desapego no es solo soltar lo material. Es soltar expectativas, miedos, prejuicios. Es vivir más liviano y con más libertad. Abiertos a nuevas posibilidades.
También hablamos de la virtud de la vergüenza, de los riesgos del ego. Respiramos profundo al inicio y durante la charla visitamos a nuestro niños interiores, para abrazarlos y besar sus frentes. Cerramos con mi deseo de expansión hasta llegar algún día a ser simple y llanamente AMABLES.
Esa conversación resonó en muchos de los presentes, y quedó flotando en el aire como una semilla que después cada uno se llevó para reflexionar a su manera. No fueron pocos los que luego compartirían sus historias más importantes. Ese momento de vulnerabilidad se propagó y caló inolvidable en todos nosotros.

El regreso: compartir y revivir la experiencia
Continuar la vida no significa cerrar la historia, sino seguir viviéndola a través de las memorias y el compartir con los seres queridos. Ya lo he dicho. Cuando le conté a Álex, Stephanie y Santiago sobre el KinnerLat, cuando vi la curiosidad en los ojos de Rafael, entendí que estos momentos no son solo para quienes los vivimos ni pertenecen al momento en el que se viven. Son para ir más allá, para sembrar inquietudes en otros, para recordar que la vida se enriquece en la conexión.

Gratitud y el arte de abrazar los contrastes
Si tuviera que elegir una palabra para describir esta experiencia, como decía al comienzo, sería gratitud.
Gratitud por la gente increíble que hizo posible este encuentro: Roberto Saint-Malo y el equipo de voluntarios que dio vida a esta edición de KinnerLat en Santa Teresa.
Gratitud por Yossi Vardi, quien hace más de 20 años e inspirado en una experiencia diseñada por Tim O’Reilly, tuvo la visión de crear estos encuentros sin guion donde la innovación y la creatividad surgen de la conexión genuina.
Gratitud por cada persona que estuvo ahí, por las charlas, las risas, los momentos que han quedado grabados en mi corazón con cariño, sinceridad y solo por el bello gesto de compartir.
Gratitud también por los contrastes. Porque Santa Teresa, con toda su belleza y su caos, nos recuerda que no hay lugares ni experiencias perfectas. La vida es eso: luz y sombra, calma y vértigo, belleza y desafío.
Lo importante ha sido vivirla con los brazos abiertos, sin miedo a explorar, sin miedo a conectar.
Al final, la verdadera riqueza está en compartir el camino con otros.

Hacia Kutastha en el fuerte Kuchaman de Rajasthan en la India
Termino este texto con la mirada puesta en la maleta sobre la cama. Ahora viajo con destino a Mumbai, desde donde luego volaremos a Jaipur para recorrer en auto el camino hasta Kuchaman y finalmente al Kutastha, lo que anticipo será una experiencia increíble e ilusionante.
Allí viviremos un encuentro diferente, en silencio. Un espacio para la meditación y la música, donde nos privaremos de lo cotidiano para concentrarnos en lo esencial. Regresaré pronto al teclado para compartir la experiencia.
Con mi más sincero aprecio, hasta pronto.