Sin cuenta por pagar. Sin cuenta por cobrar. Por un instante me siento así. Y me pregunto: ¿Será posible vivir sin cuenta pendiente?
¿Con todo y las tarjetas de crédito cargadas de cobros? ¿Con perdones que pedir y otros que dar? ¿Con tanto caos e injusticia a tu alrededor? ¿Con tanto dolor y tanta maleta cargada más en cada generación? ¿Con crimen y carencia por todo lado? ¿Con gente que no tiene nada, y otra que no sabe qué hacer con tanto? ¿Y las deudas con el banco? ¿Y las palabras que no has dicho? ¿Y las que dijiste de más? ¿Será posible vivir sin cuenta pendiente?
La verdad te digo que no lo se. No tengo idea si sea posible vivir la vida sin cuenta pendiente, aunque hoy me siento así por un momento. Tal vez porque he ordenado muchas cosas de mi vida, o tal vez porque he tomado unas vacaciones, tal vez porque he trabajado por llegar a sentirlo o a lo mejor porque es el estado mental de un día cualquiera. No lo sé. Por un instante, como hoy, me siento gozando de un sentimiento que vale compartir.
Lo cierto, sin embargo, es que sentirme así por un instante me hace desear de corazón vivir así la vida entera. Con cierto balance entre mente, corazón y espíritu, con un buen equilibrio entre lo que sos y lo que deseás llegar a ser. En una búsqueda legítima por paz en tu corazón, hay respuesta en la armonía, la moderación, sabiduría, prudencia, sensatez, humildad y tanto más que solo se puede encontrar en Dios. No existe el frío, sino ausencia de calor. No existe la oscuridad, sino ausencia de luz. No existe el mal, sino ausencia de Dios. No importa cuánto busquemos, Él es la única respuesta.
Hoy es un día como cualquier otro, aunque tiene un significado especial para mi: sin cuenta pendiente.