En estos primeros días del mes de enero del año dos mil ocho, los vientos alicios son oportunos para refrescar el espíritu y los propósitos, para enviarte buenos deseos y compartir buenas noticias. Al iniciar este nuevo año, nada mejor que arrancar con optimismo, determinación y nuestras miradas enfocadas en nuestros sueños e ilusiones.
Al iniciar un nuevo año, y empezar refiriéndome a la maratón que recién empieza, sin embargo, no tengo la menor intención de hacer una comparación innovadora entre la experiencia heroica de una maratón y la vida, como tampoco voy a recorrer ileso una vez más las motivaciones clásicas que exaltan el espíritu de la máxima competencia en el atletismo. Esa intención se la dejo exitosamente al video incluido, que lo hace mejor que yo en cinco vidas. Sin embargo, al iniciar el 2008 no puedo dejar de identificarme plenamente con la idea de que los maratonista somos, en esencia, corredores y corredoras de largas distancias, y que al empezar otro año, tenemos la oportunidad de una meta más.
Cuando pienso en los corredores de largas distancias, celebro que no nos rendimos ante un calambre o un ataque de ellos, como tampoco dejamos de perseverar y superar toda adversidad hasta vernos cruzando la meta marcada en nuestras mentes y corazones. Somos tercos, jupones y hasta obsesivos. Los corredores de largas distancias sabemos que la competencia es con nosotros mismos y con absolutamente nadie más, y por ello, nos concentramos en superar las marcas personales, en mejorar nuestro gozo al correr o simplemente en llegar sin importar el instante en el que se detiene el cronómetro. Cualquiera que sea el propósito auto-impuesto, sin embargo, se recorren largas distancias con alegría y en un runner’s high que es ya más que reconocido.
Los corredores de largas distancias sabemos que hay años en los que una lesión o una enfermedad pueden obligarnos a quedarnos en casa, como también sabemos que estar en el punto de partida es por sí mismo un éxito y un privilegio que pocos conocen. Los corredores de largas distancias contamos con una administración de los recursos que nos permite llegar más lejos, y por ello, conocemos de los que presumen en cien metros o en diez mil. Con frecuencia llegamos más lejos por el simple hecho de haber logrado un ritmo y mantenerlo, por confiar en la constancia y el buen paso, así como por corregir y superar los muchos errores que cometemos en el camino. En general no hay grandes victorias ni hay grandes derrotas, sino una paulatina y cuidadosa construcción hormiga de una condición que, a la vuelta del tiempo, logra llegar más lejos con mayor solidez y resistencia que los demás.
Si algún día llegamos a la conclusión de que no queremos correr más, lo hacemos porque lo decidimos nosotros, los corredores y corredoras de larga distancia, o bien porque así lo decide Dios por nosotros. Nos enfocamos en avanzar, sin olvidar por un segundo que nos cansaremos, que la energía tendrá su límite y que no importa cuánto hayamos entrenado, no podremos pasar más allá de nuestro máximo potencial en el mejor de los casos. Es decir, sabemos que no podemos correr al máximo de nuestra condición física más que por unos minutos, o por el contrario, guardando reservas y abriendo márgenes, por más tiempo y más kilómetros si lo hacemos solamente a nuestro 70% o tal vez 80%. No es cuestión de grandes victorias, rápidos piques o grandes riesgos, sino de una equilibrada administración de los recursos que se tienen, sin contar en aquellos que no se tienen. No hay tiempo ni caso alguno en envidiar o chotear los recursos de otros, que los únicos que cuentan son los que tiene cada uno.
En este año espero poder correr mi cuarta maratón y en mi corazón espero competir en Abril. Sin embargo, al final del año me atacó una gripe que me llevó al hospital después de Navidad, me obligó a tomar antibióticos y descansar más de lo que habría querido y con ello, interrumpir mi programa de entrenamiento. Luego, se encandenó una reacción en mi oído medio y por esto, pasé entre mareos y vértigos hasta finalmente normalizarme de nuevo hace un par de días. Sin embargo, para terminar de completar mi pequeña racha de leves males, la congestión me ha traído la tos de nuevo y por esto, acá estoy con antihistamínicos procurando aclararme el sistema y la cabeza, que tendré que optar por redefinir mis expectativas y el plan de vuelo hasta la meta de mi próxima maratón. Es decir, nada nuevo en la vida y todo es un business as usual, pues claramente un hipo le da a cualquiera y un estornudo también, este es un paréntesis negativo y aunque los quiera evitar, no será el último en llegar. Por esto, no hay espacio para queja alguna ni lloriqueo de ningún tipo, no es momento para echarle la culpa al vientillo o la llovizna que me mojó en Diciembre, sino aceptar las condiciones del momento, reagrupar recursos y restablecer el plan, que obviamente quiero correr la maratón, aunque sea en Octubre. No me importa tanto el cuándo como el correrla, y por ello, estoy dispuesto a adaptarme según las condiciones del momento.
Tal vez los corredores de larga distancia no tenemos confianza alguna en un golpe de suerte o una explicación esotérica, por cuanto que la suerte no existe y todo lo que se prepara bien conduce a un buen resultado, si Dios así lo quiere. En las largas distancias no hay atajos ni hay pedales, no hay paso que se pueda evitar y solo se avanza uno a la vez. Una maratón es solamente para aquellos que comprenden que no es un tema de ganar o perder, sino de saber llegar. Una maratón es para los que saben o hemos tenido que aprender a escuchar, que tampoco se logra sin consejo, opinión, rectificación y enmienda.
De todo lo escrito en este extenso tecleo para empezar enero, sin embargo, nada me emociona más que compartir con vos que la definición de corredor de larga distancia a la que me refiero, no requiere de zapatos especiales, gorra para el sol o Polar en la muñeca, sino simplemente de una meta y un deseo de llegar por un costo. En mi familia aprendí a correr largas distancias, aunque no hay un corredor de maratones. De mis compañeros en la vida, de muchos amigos y no pocos ejemplos aprendí que para llegar lejos, tenés que estar preparado o preparada para pagar el precio. Estoy seguro que vos sos un corredor o una corredora de larga distancia, si has llegado hasta este párrafo después de tanto tan aburrido, y por ello, me he referido a vos también y no solamente a los que sudamos una maratón. Lo más seguro es que vos también has llegado lejos, y por ello, no sobra repasar lo que tomará llegar más lejos aún. ¿Algo nuevo hasta aquí? Posiblemente no, y sin embargo, tal vez no está de más reiterarlo, subrayarlo, exaltarlo y marcarlo con firmeza.
El espíritu de una maratón se inició con una leyenda, o si querés verlo así, con un cuento. Phillipides se supone murió al correr la distancia, en unas versiones 35 Kms y en otras hasta 240 Kms, para anunciar la victoria del ejército griego con una sola última palabra antes de fallecer: Nike. (El nombre de la diosa Victoria en griego). Al final cuenta la idea de ganar y hacerlo en la más íntima y profunda definición personal.
El año pasado está ahí mismo, en el pasado, y lo que importa es movernos de cualquiera que sea nuestra emoción a una de auténtica y reiterada gratitud, que estamos con vida para iniciar el año y para concentrarnos en el presente, en vivirlo y hacerlo aún más importante, relevante y memorable. El futuro será una resultante de aquello en lo que creemos, y por tanto, de las decisiones que tomemos hoy como consecuencia de esas creencias.
El 2008 nos trae nuevas oportunidades y una nueva maratón de 365 días.
Vos, ¿Qué pensás?