OJOS QUE NO VEN

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Hace unos días salí en búsqueda de una gasolinera para regresar un auto rentado con el tanque lleno, y así evitarme el abusivo cargo que las compañías como Hertz hacen en el precio del combustible. Al iniciar la búsqueda, sin embargo, no esperé vivir una experiencia de aprendizaje como la que hoy quiero compartir con vos.

Eran cerca de las 11 de la noche y el GPS me llevó al punto preciso que se ilustra en la foto anterior, en los Campos Elíseos, a solo unos pasos de los cuarteles centrales de Publicis, la compañía madre de Saatchi Saatchi.

Al llegar a esta esquina, inmediatamente nuestros ojos indicaron un error en el GPS y una falla en el sistema, pues no había gasolinera alguna. Sin pensarlo un segundo, nos fuimos a buscar por toda esta zona de la ciudad, yendo de una «estación de gasolina» a otra, tal y como lo señalaba el sistema de navegación satelital. Consultamos con varias personas y en repetidas ocasiones nos enviaron de vuelta a los mismos sitios, que visitamos una y otra vez sin encontrar el diesel para llenar el tanque que ya estaba en reserva.

De haber ido de día en esta búsqueda, tal vez habríamos notado algo que resultaba nuevo para mi: las gasolineras en los centros históricos estan subterráneas y no se ve más nada que un discreto rótulo como este y que te conduce a la entrada de un estacionamiento. Como lo podés ver en la fotografía de abajo, lo que había era una rampa hacia un sótano en los Elíseos con una gasolinera subterránea muy convenientemente situada a un par de cuadras del Arco del Triunfo. Los rótulos son de estricta señalización, y las gasolineras de respeto profundo al valor del terreno, la ambientación arquitectónica y el legado cultural que aún ellas deben proteger.

Ojos que no ven lo diferente, nunca encuentran lo nuevo. Mis retinas salieron en búsqueda de una propuesta convencional a mi entender, sin ir abierto a descubrir lo nuevo a mis ojos, lo que no habían visto y lo que se requería descubrir. Después de más de una hora y media de buscar con miradas acostumbradas a esquemas establecidos en nuestro entorno, aprendí una vez más lo importante de ver el mundo con ojos alertas, atentos y deseosos de descubrir lo nuevo, lo que no conocemos, lo que requiere de una mirada fresca y renovada.
En este proceso, no pude dejar de pensar en lo mucho que dejamos de ver por no abrir bien los ojos. Deben ser incontables las «gasolineras» que no he encontrado, por la sencilla razón de ir a buscarlas con modelos preconcebidos, con imágenes establecidas o con expectativas definidas. Debe ser por esto que hace sentido pensar que el pez debe ser el último ser viviente en percatarse de que el agua existe.
También pensé mucho en nuestros clientes, pues ellos constantemente rechazan ideas por la sencilla razón de que no logran ver lo que está bajo la superficie, porque no están atentos y alertas a descubrir lo nuevo y porque tal vez, temen considerar nuevas opciones. Tampoco pude dejar de pensar en mi enemistad con la masiva contaminación de rótulos en nuestras calles, y la falta que hace una legislación inteligente para encontrar armonía entre el medio exterior y su entorno. Si en los Campos Elíseos se protegen sus edificios y monumentos, ¿no deberíamos hacer lo mismo con nuestros paisajes y montañas?
De una perdida fenomenal, basada en mi ignorancia y la búsqueda por combustible para el auto alquilado, salí con una idea nueva y una pequeña pieza de conocimiento adquirido, así como con una lección renovada que se enfoca en abrir los ojos para ver lo que normalmente ya no vemos. Las fotografías, por cierto, las tomé al día siguiente con la intención de ilustrar y compartir la experiencia con vos.
Yo, por el momento, con los ojos bien abiertos!, o como se diría en nuestros patios, con las guayabas peladas.

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