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MEJOR VIAJEROS

Hay algo con el avión, su desconexión, la altura, las nubes y el cielo que provoca pensamientos y sentimientos que conducen a ideas distintas de aquellas que nacen con los pies en el piso.

Sin duda alguna, como me lo recordaba mi esposa anoche, mientras cenábamos en el barrio entre cortes finos y un vino tinto con personalidad con dos queridos amigos, “cuando empezás a ver el Paseo Colón ancho, es tiempo de viajar.”

Nuestro entorno es propio de un pueblo chico, relacionado directamente con aquel que se encuentra en un país pequeño de gente que, como la mayoría en cualquier lugar, llega a pensar en efecto que su edificio del Banco Nacional es alto de verdad.

Al retomar el pase de abordar hacia Nueva York y mi pasaporte por algunos sellos más en estos días, lejos por completo de la presunción y más bien enfocado en la descripción, tecleo animado por la reacción en cadena que dispara adentro la aventura implícita en un viaje, y más aún cuando te lleva lejos.

Por esto, por la vida y por todos, a estos párrafos dedicados al forito digital que tanto me ha entretenido en los últimos dos años y pico, quiero entonces agregar una sencilla recomendación: viajá.

En avión, en la pantalla, caminando o en tren, con tu imaginación, tus ideas, tu espíritu, con libros o poesía, como querás o como sea tu elección, tan frecuentemente como sea posible: viajá.

Se viajera o viajero y no turista, que turistear en poco agrega. Y de todo lo que veás en el mundo real, el digital o el soñado, todo lo bueno, lo emocionante, lo inspirador, lo que enciende y provoca, lo que agregue a nuestro país: traélo y compartí.

Sí… Viajá. Mucho. Y luego, conectá. Compartí.

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