Pensando en la Vía Costarricense, hace unos días le escribí un mensaje a mi gran amigo, Armando Vargas Araya, periodista, historiador, político y maravilloso ser humano. En pocas palabras, éstas fueron mis dos líneas:
quién fue la idea? ¿Se conoce quién fue el detonante?
Mi querido Jorge:
Juan Rafael Mora inauguró en 1851 el Teatro Mora, que sirvió hasta los años 80 con el nombre de Teatro Municipal, después del golpe de Estado contra él en 1859.
La prensa josefina (³La República², ³El Anunciador Costarricense²) hicieron campaña en 1889 y 1890 para echar a andar el anhelo de un Teatro Nacional.
En 1889, los italianos Francisco Durini Vasalli y Enrique Invernizio presentaron al Gobierno los planos para un Teatro Nacional, con un presupuesto de $700.000, financiables con la lotería más contribuciones particulares. ³El artículo aparecido en OLa República¹, sería el detonante que llevaría a la palestra pública la necesidad de concretar la idea de construir un gran Teatro Nacional², dice Astrid Fischel en su libro ³El Teatro Nacional de Costa Rica. Su historia² (1992).
En ese clima favorable creado por la prensa, don Cleto González Víquez reunió en su bufete, el 1º de marzo de 1890, a un grupo de cafetaleros y comerciantes que propusieron una tasa específica de $0,05 por arroba de café exportado. En tres años que estuvo vigente el impuesto produjo en total $132.873,39.
El costo de la construcción del Teatro Nacional fue superior a $3.000.000. ¿De dónde salieron los $2.867.127 restantes? De un impuesto indirecto sobre la importación general de mercaderías generales (muellaje) de un centavo por cada kilogramo, cuyo decreto de creación para financiar las obras del Teatro Nacional anuló la tasa al café de exportación.
¿De quién fue la idea generadora del Teatro Nacional? Primero, de don Manuel Argüello Mora, sobrino de Don Juanito, en 1878. Segundo, de los ingenieros italianos Durini e Invernizio.
¿Quién pagó las obras del Teatro Nacional? ¿Los cafetaleros?
No. Fue el pueblo costarricense en general. Dice la historiadora Fischel: ³La gloria de la construcción del Teatro Nacional no debe seguir apoyándose solo en la petición que con tal fin hizo en 1890 un grupo de hombres de negocios, sino con razón y justicia, en el pago sistemático del impuesto al muellaje que recayó en miles de costarricenses a lo largo de varios años².
Cordial saludo,
Armando Vargas Araya