COSTA RICA ADORMECIDA

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Estamos tan convencidos de vivir en la Suiza de las Américas, que muchos no quieren el cambio ni el TLC. Vivimos tan pura vida, que no sobran los que no tienen interés en la competencia, la superación legítima, la búsqueda por riqueza, abundancia y prosperidad. Hay tal egoceguera colectiva en ciertos sectores, que continuamente escuchamos a gente decir que no hay como Costa Rica en el mundo, y no son pocos los que logran salir de viaje, para en tres días de estar fuera confesar que no hay como el gallo pinto o el tamal.
Con el pasar de los años, una generación tras otra, se ha ido consolidando la idea de que todos somos iguales, como en efecto debería ser, pero no es. Sin embargo, muchos olvidamos que hay gente que fracasa y otra que gana, hay gente que sirve y otra que es atendida, que existen las diferencias y que, aunque a los ojos de Dios todos seamos pecadores, la prosperidad económica nunca será producto natural, sino la consecuencia de un esfuerzo personal enfocado a la abundancia.
Pareciera que los ticos nos auto-condenamos a la idea de que las carreteras son una colección de hoyos, y que así seguirán, así como a la mediocridad común y más cómoda. Es como que si no tuviéramos derecho al éxito, la prosperidad colectiva y la superación personal. En la escala del egoísmo, supongo que estamos bien rankeados como también supongo que lo estamos en la del conformismo. No en vano, estamos entre los 20 países más felices del planeta, como reflejo de la aceptación dócil que nos inunda para tanta calamidad pendiente de una solución sostenible.
Vivimos en una Costa Rica adormecida por su idiosincrasia tercermundista, heredera del socialismo paternalista y su legado en los ICEs inútiles, sindicatos paralizantes y gobiernos inoperantes por inmanejables. Con el potencial de uno o dos otros países en Latinoamérica, con un capital social e intelectual envidiable, con una riqueza incalculable en nuestra biodiversidad, Costa Rica sigue a su pasito torpe y lento, como si el mundo nos lo fuera a condonar con algún privilegio especial y sin castigo alguno.
Espero ansioso el momento del referendo por el TLC, con la esperanza de que tiremos ahí sendas paladas de tierra a los sectores retrógrados, los del miedo al cambio, los del terror al riesgo y los afines la contentera en las cosas como están. Confío en descubrir a un nuevo país, liberado de las ataduras mentales y por fin con una legítima oportunidad para cambiar, aunque el referendo no podrá ser más que un leve golpe de timón, que a menudo, es suficiente.
Mientras tanto, nos corresponde pellizcar nuestra existencia tica, nuestras empresas, departamentos, instituciones, para salir del adormecimiento nefasto que detiene, hunde y entierra. Y en unas semanas, como lo hacemos con las cosas buenas, los costarricenses diremos sí al TLC.

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