VIDA, EN ABUNDANCIA

De un desvelo:
Irremediablemente voy a morir, aunque no se cuándo.
Lo dejaré todo y conmigo el alma solamente.
¿Me llevaré memorias? ¿Viajará lo aprendido?
¿Veré al mundo desde allá? ¿Se tomará el malbec o un café robusto?
Inexorablemente moriré en este cuerpo. Y vos también en el tuyo.
Al igual que todos, de esta vida mi cuerpo muere aunque no lo quiera.
Morirá Bill Gates, morirá Fidel Castro, morirá Madona.
Morirá Mick Jagger, morirá Bono, morirá Marfil.
Morirá Oscar Arias, morirá Ottón y hasta Otto Guevara.
Morirás vos. Moriré yo. Moriremos todos.
Lo sabemos. Nadie lo discute. La muerte llega y no avisa.
Cuando llegue la muerte no tendremos más que morirnos.
También hay promesas, se habla del más allá y de otra vida.
Muchos insisten en que luego seguimos, distinto pero con vida.
Aunque no me gustan, también hay versiones de muerte eterna. Muerte en miseria.
Prefiero cuando se habla de nacer de nuevo y se insiste en una mejor vida.
El consuelo de los vivos es la vida que trasciende y se engrandece.
La esperanza es vida luego, que ésta de hoy pasa.
Transitoria, peregrina, de viaje y pasajera es la vida que hoy tenemos.
Si me llevo el alma, entonces, ¿para qué ensuciarla, contaminarla o enfermarla?
Y si no me llevo nada, entonces, ¿para que le quiero, para que me aferro?
Si conmigo va mi espíritu, lo quiero noble, lo quiero lleno, lo quiero en paz.
Lo quiero alegre, lo quiero valiente, lo quiero apasionado y conciliado.
Cuando llegue mi muerte, me quiero listo y en orden, con mi pasaporte visado.
Como no se el día, mejor me preparo. La maleta aún no está lista, mejor empaco.
El viaje es seguro y por esto tiene sentido prepararnos de verdad. No de mentiras.
Viene la muerte y yo creo que no hay más vida que no sea en Cristo.
Otros creerán en Alá, en Buda o en Krishna. Los respeto.
Otros no creen en Dios y se niegan a su presencia. Lo lamento.
Yo creo en Cristo, en su muerte y su resurrección, en su promesa de vida.
Me emociona la fuerza de su vida, la pasión de su muerte y la esperanza en su retorno.
Abrazo su Espíritu Santo, su consuelo eterno, su compañía amorosa.
Celebro al Padre, me fascina su Creación, diseño espectacular de su corazón salvaje.
Vivo su promesa y en ella descubro la vida que sigue, la que vence a la muerte.
En Cristo descubro al superhéroe, al que marca tendencias, al líder que inspira y transforma.
Nadie más famoso en los últimos 2000 años, ningún best-seller siquiera cerca del suyo.
Ermitas, iglesias, basílicas, catedrales, monumentos, fotos, camisas, bumper-stickers.
Millones de fieles, y más millones en todas partes, y yo que solo soy uno.
Su vida toca las nuestras, las transforma y las enciende con su luz por siempre.
No hay muerte en Cristo y por esto celebro la vida que nos entrega con su sacrificio divino.
Si nada me llevo y todo lo dejo, tomo su promesa y me entrego a su poder.
Mientras tanto, vivo emocionado por sus regalos, los dones y talentos concedidos.
Comprendo el compromiso de tenerlos y por ello, vida en abundancia es la promesa.
Vida en abundancia que parte de cada respiración, de cada parpadeo, de cada idea.
Vida en abundancia en una silla de ruedas, en tenis corriendo, en salud o enfermedad.
Vida en abundancia para progresar, para superarnos, para ser mejores.
Vida en abundancia para prosperar y compartir, que hay mucho para todos.
Así es nuestra vida en Cristo, y por Él, no moriremos, sino tendremos vida eterna.
Para vos, para mi, para todos lo que en Él crean.
Vida, en abundancia.

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