Me identifico con la idea propuesta por Jim Eldredge en Wild at Heart, quien argumenta que tanto Dios tiene un corazón salvaje, como nosotros creados a su semejanza. Basa su propuesta en el reflejo espectacular que podemos tomar de su Creación, en el tanto en el que solo un Dios de corazón salvaje podría haber creado las garras del oso, las enormes alas del águila o las profundidades del mar, los colmillos de una pantera o la velocidad de un halcón, la fuerza de un delfín o la de un huracán, la quietud del horizonte, la intensidad de un cielo de estrellas o la energía de un terremoto.
El autor elabora en la idea y nos propone recuperar nuestra esencia soñadora y la capacidad de aventura, a menudo subordinada por la exigencia social de ser buenos. A menudo en las congregaciones religiosas de domingo, vemos muchas caras de iglesia, y en efecto, los hombres suelen llevar una especie de carátula buena y noble, como si esa fuera la que corresponde en la casa de Dios, aunque antes se hayan echado un pleito en el tráfico, o más tarde expresen semblantes distintos. Creo, sin embargo, que no son pocos los que han transformado su vida y han logrado una manifestación legítima de su expresión, y por ello, como resultado de su nuevo ser.
Por el contrario, sin embargo, la idea de ser como somos, abrir nuestros corazones y dejarlos volar en su energía, potencia, rebeldía y atrevimiento, ahora es simplemente mía también. Por esto, celebro este enfoque cristiano que propone que nos reconozcamos como somos, salvajes de corazón, y acepto entonces la idea de vivir apasionado, vehemente y entregado, antes que dócil, bueno y con cara de iglesia. En mi desarrollo y búsqueda por una relación con Dios, hoy más que nunca vivo su libertad, y como consecuencia, ahora solo hago lo que me da en la regalada gana. Con la única excepción de que mi corazón crece cada día más en dirección a Él, y por tanto, lo que hoy me da la gana es muy distinto de aquello en el pasado. Es por esto que es sensacional la transformación que en efecto libera y suelta, que potencializa y enciende, porque es vida y no muerte.
En este libro de revelaciones para el hombre, que sostiene que fue Dios quien nos hizo peligrosos, se elaboran argumentos que tienen sentido, si bien es cierto, en algunos casos se arriesga en filos no explorados comúnmente. De hecho, cita que de niños siempre quisimos ser guerreros, gladiadores, bomberos o policías, hombres héroes en aventura y riesgo, como también es cierto que las guerras y los conflictos armados son iniciados por hombres, salvajes de corazón.
Hoy puedo ver mi relación con Dios: auténtica, apasionada, encendida por la aventura de ser como Él lo propone, de aceptar el supuesto riesgo de renunciar a mi mismo, de soltar y entregar el control para ponerlo en Sus manos. Se requiere de un corazón salvaje aceptar este “salto al vacío” del amor de un Ser Superior que no se puede tocar sino a través de su Palabra en la Biblia, de su creación en la Naturaleza, de sus regalos y bendiciones, de la presencia milagrosa del Espíritu Santo, de su presencia en nosotros por gracia de la Fe, por solo citar algunas de sus manifestaciones sobrenaturales.
Me engancha la idea de aceptar la aventura de seguir a Cristo como hijo de Dios, que vivió entre nosotros y entregó su vida, así como por la revelación sin precedentes de resucitar y elevarse al cielo para estar en la eterna presencia del Padre. Sus misterios me cautivan, y mi incapacidad, limitación y microscópica dimensión me divierten como nunca, pues no faltaron los decenios en los que supuse lo contrario.
Me fascina también descubrir que Dios, en su corazón salvaje, asume riesgos y nos deja en libertad de elegir, asumiendo las consecuencias sin dudas o vacilaciones. Porque al ser creados por su gracia y amor, es salvaje la idea de entregarnos al mundo con los peligros y riesgos que viven en el reino del mal, y dejarnos en capacidad de asumir abiertamente nuestro destino y decisiones.
Te recomiendo este libro, Wild at Heart, porque sin duda alguna, para los que no tenemos ganas de andar por el mundo con cara de iglesia, salvo que auténticamente nazca desde lo profundo del corazón, nos entrega la oportunidad para descubrir un camino que nos permite ser y crecer en Él, y así, procurar una relación con Dios y una vida centrada en Cristo.
Con mi corazón salvaje, apasionado por la idea de descubrirlo más cada día.
¡Un abrazo dominical!
(Publicado originalmente el domingo 6 de Mayo del 2007)