Con Toni Segarra, leyenda creativa en la presentación del libro en Madrid

El arte del desapego en la intimidad de Madrid

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A pesar de tenerlo ya en mis manos, aún me sorprende que haya sido capaz de materializar tantos años de trabajo y tanto aprendizaje en un libro físico. Y el resultado no podría ser más increíble: un bello ejemplar con tapa, páginas y su propio peso. Atrás quedan muchas noches de lecturas y relecturas, de bucear en el blog y de rescatar recuerdos para dar forma a una narrativa coherente, de dejar ir lo que no servía y aprovechar lo que sí.

Y si la existencia misma del libro me asombra, todavía más que haya sido recibido con tanto cariño y entusiasmo.

Una emotiva presentación en Madrid

 

Primeras firmas como autor. Una experiencia que agradezco.

 

La semana pasada, El arte del desapego fue presentado en Madrid en un evento íntimo, discreto y sencillo en el que fui arropado por unas cuarenta personas. Tuvo lugar en la séptima planta de un edificio de la calle Velázquez, en el SpaceTh1, y confieso que me resultó muy emotivo.

A partir del 3 de diciembre próximo, Gestión 2000 del Grupo Planeta colocará el libro estará en librerías en España y en su versión de ebook también para quienes lo prefieren en digital, en una versión adaptada para el lector peninsular. Luego inicialmente también en México y Costa Rica en su versión original.

En la intimidad de familia y amistades cercanas

 

De izquierda a derecha: Frank Margenat, su hijo Frank, mi esposa Álex, una copa de Oller del Mas y yo.

 

Me conmovió especialmente ver llegar a quienes cruzaron el océano para estar allí. Desde Costa Rica vinieron Álex, mi esposa; Adri, mi hija; y Carlos, mi hermano y a quien llamamos con cariño: Leach. Desde Atlanta llegó Julio González, quien nunca falla y tanto me inspiró. Tenerlos ahí conmigo —en un día tan especial, en una ciudad que adoro y frente a un libro que costó tanto escribir— significó la vida. No encuentro una expresión más exacta que esa.

 

Con mi hija Adriana y El arte del desapego.

 

A ellos se sumaron amigos, colegas y lectores, aunque evitaré nombrarlos uno a uno para no correr el riesgo de que alguno se quede fuera. Sin embargo, quiero agradecer a todos y cada uno que vinieran, que me acompañaran y que compartieran su tiempo conmigo. Solo una breve mención a la querida familia Margenat de Oller del Mas. Agradezco el calor cercano que solo ellos saben dar.

La casa que también es mi casa

De entre todos los allí presentes, debo decir que hubo una presencia imprescindible: Thinking Heads. A ellos no debo agradecerles solamente que fueran los generosos anfitriones del evento, sino mucho más. Durante dos años completos han sido lo que podría denominar «mi casa literaria». Han sido mi trampolín y mi muleta, mi guía y mi dulce tortura. Mi salida, mi apoyo y, sin exagerar, un grupo de amigos del alma.

 

En el Th1 Space, por la cortesía de Dani Romero-Abreu, Antonio Hernández-Rodicio y todo el equipo de Thinking Heads

 

Trabajando en el libro, un proceso que como ya he dicho en alguna ocasión ha sido largo y ha requerido muchísima paciencia, he llegado a comprender que una cosa es publicar en mi blog —con libertad y sin horario, sin que nadie ande detrás de mí— y otra muy distinta es escribir un libro. Ese viaje, con toda su exigencia, disciplina y vulnerabilidad, fue posible porque tuve detrás un equipo extraordinario. Gracias, Dani y Antonio, siempre firmes en nuestra amistad; Iván, Ana, Rodrigo, Belén, Elena, Rocío, otra Elena, Salvador, Juanjo y todos en Th1, que incluso en los días más pesados lograron que la experiencia se sintiera acompañada, amena, rigurosa y humana.

La portada que lo resume todo

libro El arte del desapego
Un libro y una inspiración que presento con humildad.

Una mención especial se merece el costarricense Noé Arias de Changos Inc. Es él quien ha diseñado la cubierta o portada, reflejando la convivencia entre nuestras sombras y nuestra luz, mostrando cómo ambas se superponen en un estado de transición constante. Las figuras entrelazadas muestran que el desapego no es ruptura, sino integración: dejar ir con conciencia para vivir más libres, ligeros y auténticos.

Es el poder del símbolo en su estado más puro: una imagen que no describe, sino que revela. Y cada vez que la observo, veo ahí —con absoluta claridad— el retrato de cada ser humano: un ser en constante transformación, llamado a soltar para poder ser.

 

La directora de orquesta

Entre todos en el equipo, me gustaría destacar una figura que brilla con luz propia: Beatriz Rodríguez. Ella fue la directora de orquesta, quien hizo todo posible y sin cuya intervención dudo que estuviera ahora mismo escribiendo este texto, porque seguramente el libro no habría terminado existiendo. Sin su liderazgo, El arte del desapego no habría nacido de la manera en que lo hizo.

 

Me acompañan Beatriz Rodríguez y Elena Valerio de Thinking Heads.

 

Uno cree que escribir un libro es solitario, y en ocasiones así es, pero que luego este se concrete y llegue al mercado, a manos de lectores que nada saben de ti, requiere un equipo detrás. Y los equipos necesitan un líder. Así, fue Bea quien se encargó de marcar los ritmos, de sostener la estructura y —puede que esto sea lo más difícil de todo— quien se ocupó de que yo cumpliera con las fechas y plazos que iban surgiendo. Revisiones, correcciones, lecturas, descartes, borrados, reescritura… Quien ha escrito y publicado un libro sabe a lo que me refiero.

Reflexionando, diría que el proceso es desapego en su más pura esencia. Constantemente soltád para descubrir y avanzar.

La presentación en Thinking Heads y Toni Segarra

 

Con Toni Segarra, familia y amigos presentamos El arte del desapego

 

La velada en la capital española resultó un éxito que atesoraré siempre. En la presentación del libro me acompañó Toni Segarra, un publicista de gran renombre internacional que cuenta en su haber con 39 leones del Festival de Cannes. Un verdadero lujo compartir con el legendario creativo español. Con él, además del libro y de mis intenciones tras él, conversé sobre creatividad, el oficio de la publicidad, el ego, la libertad, de las vueltas de la vida y, cómo no, el desapego como herramienta para hacer espacio a lo que importa. Fue una charla muy humana. No tardé en sentir que, dado su trasfondo, comprendía por momentos todo lo que había escrito y plasmado en El arte del desapego, a pesar de confesarnos que hasta ese momento, no lo había leído.

Tras la presentación, se dio paso a un cóctel en el que tuve la oportunidad de tener otras conversaciones, con espacio para abrazos y risas, y en el que brindamos con vino de Oller del Mas —gracias, Frank y Laia—. Este vino, que lleva mi apellido (pero sin ser mi vino), fue una analogía perfecta del mensaje del libro: todo es tránsito, todo es préstamo, nada nos pertenece del todo.

 

Los abrazos se multiplicaron en la calidez del momento.

 

Agradecido en el teatro de nuestros sueños

En Madrid siempre siento que soy recibido como si volviera a casa, incluso aunque solo esté de paso entre un lugar y otro cuando cruzo por Barajas. Es una ciudad que te abraza, cuya gente transmite cercanía e interés sincero. Un escenario ideal para el debut de El arte del desapego. Gracias a tan bella ciudad por acompañarme con tanta elegancia.

Aunque me repita, a todos los que estuvieron —en persona, en espíritu, en camino, en apoyo—, gracias. A Thinking Heads, gracias infinitas. A mi familia, gracias por ser mi raíz y mi luz. A mis amigos y amigas, gracias por estar. Y a Gestión 2000 del Grupo Planeta, gracias por publicarme. Así es. Agradecido con la vida: el teatro de nuestros sueños.

 

Primeros atisbos a la solapa de la cubierta.

 

Ahora sigue la presentación en Costa Rica, con el apoyo cariñoso de nuestros entrañables amigos Carmen Mayela Fallas y Edgar Mata de CCK, en el auditorio de Texas Tech en Avenida Escazú… en nuestra tierra y nido de una vida.

Esto no es más que otro comienzo. El libro estará ahora volando libre, por cuenta propia, dispuesto a encontrarse con ojos y corazones que no conozco. Eso es de lo más hermoso al soltar.

 

En el orden usual, Carlos Eduardo Oller, Antonio Hernández-Rodicio y Fernando Ballabriga.

 

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