Antes de iniciarte mi relato, creo que estos párrafos hay que leerlos con música de fondo. Así que si te suena… antes de seguir, hacele un click al clásico botón del play!:
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Hoy te voy a contar e ilustrar una experiencia personal. Mientras descanso de la media maratón que corrí hoy en Brooklyn, tecleo un poco y subo unas fotos para compartirlas en el blog, porque hay vivencias que sentís cuando se tienen que compartir.
Antes de venir por tres días al Lovemarks Academy en Saatchi & Saatchi, en la esquina de Hudson y Houston en Soho, junto con Bernal Esquivel, revisé si habría por ahí alguna carrerita de 10 kilómetros del New York Road Runners Association. Después de buscar, me encontré con una sola opción de media maratón, 21 kilómetros y unos metros, de Coney Island a Prospector Park en el gran barrio de Brooklyn. Me tomó unos instantes de dudas para inscribirme luego con un ¨¡Qué carajo!¨ y mucho respeto en el estómago a una distancia que no corro desde hace muchos meses.
Al salir del hotel en la mañana, me fui al metro para iniciar un viaje que supuse sería más complicado. Bajé en la línea D hasta la 14, y ahí hice un trasbordo a la F, que me llevó directamente hasta Coney Island, cerca del Boardwalk en el que se iniciaría la carrera. En el vagón en el que venía, un tipo de unos 60 años, estirando obsesivamente durante todo el viaje, se tomó un segundo y tomó esta foto, que no deja de reflejar la pachanga interna que me traía.
Después de un trayecto de una media hora tal vez, en el que no me di cuenta del momento en que el tren pasó bajo el río por un tunel desde Manhattan hasta Brooklyn, llegamos luego a esta playa famosa de mil historias y muchas películas de todo tipo, para encontrarme con miles de personas detrás de la misma idea que me llevó hasta este lugar.
Es muy divertido llegar a una maratón, o a una media como la de hoy, y descubrir las miles de personas que comparten con vos la emoción de correr, de probarte a vos mismo y gozar a lo bestia, conocer gente y vivir este rato con nadie más que con vos mismo, aunque vayás rodeado de gente por todas partes.
Echale un vistazo al gentío con el que me encontré y algo del ambiente que me recibió en la mañana. Estuvo muy diferente y especial, en una mañana gris, fría y ventosa.
En el trayecto conocés gente, conversás con algunas y otras te hablan con cualquier excusa. En el camino me llevé una camarita y cuando se me ocurrió tomarme una autofoto, como la de abajo, me botó de la risa los roba cámaras del fondo, que no perdieron chance para salir en la foto. De hecho, cuando me preguntaron que de dónde venía, les sorprendió mucho cuando les dije que de Costa Rica. Esta es esencialmente una carrera local.
En el camino de esta competencia, me hicieron falta el famoso Indio de nuestras carreras, el Liguista de siempre, mis amigos del grupo DSQ que se rompen los dientes cuando llegan a las metas!, los jeques de DSQ, los sindicalistas, el Largo, el Motivador, Limoncello, la Daga, el padre Minor y tantos otros personajes que aparecen en tenis y pantaloncitos cortos en nuestras carreras.
En esta media maratón andaba por ahí un tipo vestido de Superman y otro de Hombre Araña, pero un señor en lo particular, me encantó. Un hombre asiático mayor, corriendo con un parlantito con música oriental a buen volumen en la cintura, dos chilindrines sonando en las manos y un mensaje en la camiseta que decía: ¨La vida empieza a los 70¨. Le tuve que tomar la foto, y dichosamente esta no salió movida, que me habría dolido dejar de incluir a este personaje. Para que lo veás de frente, abajo agrego una foto más en la meta.
Me impresionó mucho la recta larga y ancha en la que corrimos por muchos kilómetros, con edificios de apartamentos de ladrillo y gente sencilla, de todo tipo y color, animando a los corredores. Es rico en estos rumbos la sensación de invisible que se adquiere, porque cada quien corre como quiere, se viste como le da la gana, hace lo que le place y difícilmente alguien vuelve a ver. Es una sociedad acostumbrada a verlo todo y tolerarlo todo, a respetar la individualidad de cada quien y salvo en excepciones, a no meterse con nadie más que con su gente. Aplauden sin problema y animan a los que lo intentan, sin reserva ni recelo. A los choteadores y serruchapisos de nuestras latitudes, este ambiente les resultaría inhóspito y estéril. ¡Ojalá aprendieran!
En todo caso, después de un buen trecho urbano, la ruta nos llevó al Prospector Park. Este espacio verde me sorprendió por su tamaño, la variedad de actividades y la gente alegre que lo gozaba. Tal vez un par de veces el tamaño de La Sabana y con avenidas completas adentro. Ahí estaba la meta al final, en una multitud ruidosa y que me alegró muchísimo encontrar, 21 kilómetros y algunos metros después de la salida.
A unos minutos de haber salido del hotel en Midtown, a unas cuadras de Times Square, me dí cuenta de que había olvidado mi Garmin, el reloj GPS con el que corro y controlo mis pulsaciones. Este error posiblemente me costó que una vez más haya intentado bajar de las 2 horas en una media maratón, sin lograrlo. Después de un rato de estiramiento, un Gatorade y un beguel a secas, me fuí a buscar mi tiempo y esto fue lo que me encontré:
¡Así que ni modo!, será en la próxima que me pondré las tenis para bajar de las dos horas. Con esta marca, por supuesto, te queda claro que soy un corredor lento y que esto no lo hago por competir más que conmigo mismo, por gozar de la salud que me regala Dios desde el cielo y que en absolutamente nada puedo presumir.
Creo que si tenemos salud, dos piernas que pueden moverse y algo en la mente para organizar tu preparación física, es inaceptable no aprovechar tanta bendición para dejarla deteriorarse sin esfuerzo alguno. Al menos en mi caso, habría sido imperdonable seguir siendo el cachetón sedentario que fui por muchos años, y que hoy me alegro mucho haber dejado atrás desde hace unos cinco años cuando empecé a correr.
Así las cosas, solo puedo decirte que aunque la vida empiece a los 70, no hay tiempo que perder. Lo que tengás en tus planes hacer, hacelo. Lo que te ilusione mas, te impulse y mueva tu alma, es seguramente lo que no podés postergar. Vivimos demasiado en el futuro o en el pasado, dejando pasar el presente como si fuera a regresar. Hoy es cuando y no después.
Así, hoy terminé contento y agradecido, gozando de algo sencillo como es correr. Gocé muchísimo esta experiencia y por esto, así, a como te lo habría contado con un Powerade en mano, te lo quise compartir aquí en este blog. Cansado y satisfecho, así estaba en el instante de esta foto.
Antes de tomar el metro de regreso a Manhattan, me encontré con el chinito simpático de la música oriental, el buen paso y la sonrisa fácil, corriendo media maratón en el año en el que cumplió los 70. Le pedí una foto e inmediatamente me la concedió. Como es usual, le pedí el favor a alguien que pasaba por ahí, y con esta imagen termino de contarte esta historia de un sábado cualquiera como el de hoy.
¡Un abrazo!
J