Posiblemente coincidirás conmigo en que vivimos entre polos. Te gusten o no, te choquen un poco o demasiado, te atraigan o te aburran, la vida transcurre inexorablemente entre un polo y otro.
En pocos párrafos te dejo la idea, y como en este blog no tengo intención de grandes profundidades, aquí te la dejo y vos verás qué haces con ella. Vamos por partes.
Cuanto más simplicidad se alcanza, más nos percatamos de lo poco que necesitamos para ser felices. Cuanto más se compra y se consume, más es lo que parece que ocupamos para sentirnos satisfechos. ¿Suena conocido? ¿No mucho? Ok, voy con otro ejemplo.
Cuanto más vamos al gimnasio o más kilómetros corremos, sin darnos cuenta de cómo sucede, más fácil se nos hace ponernos la ropa deportiva y salir a sudar. A la vez, cuanto menos ejercicio se realiza menos interés tenemos por quemar calorías o mantenernos en forma. Stephen Covey nos lo estaría diciendo: son hábitos. O también extremos o polos. Tarea o gusto. Vos dirás.
Cuando de Dios se trata, no hay excepción. En la medida en la que crecemos espiritualmente y nos acercamos, sentimos la necesidad de más intimidad, abrigo y guía. Cuanto más nos alejamos, más fácil es el trago, la droga o la adicción. Vale aclarar que cada quien debe elegir su ruta, especialmente cuando te definís por acercarte a tu Ser Superior y establecer una relación. Algunos hemos elegido este camino.
Lo que pareciera, entre un polo y el otro, es que hay unos que nos jalan más. Hay polos que no nos exigen tanto esfuerzo para acercarnos a ellos, mientras que otros requieren de toda una gran decisión de vida. ¡Y no es buen consejero el me gusta o no me gusta!, porque hay gustos que adquirimos. Si el primer whisky o el primer cigarrillo no nos impidieron aprender a tomar o a fumar, no debemos sorprendernos de que el primer kilómetro corrido o la primer clase de yoga nos resulten difíciles de asimilar.
Veamos otra faceta a los polos. En política hoy encontrás al polo chavista, comunitilla, populista y de extrema izquierda. En el otro polo te encontrás con el capitalismo salvaje de extrema derecha. Cuando le ponemos atención a la nutrición y la salud, los chocolates o el flan de coco pasan a una condición de cuidado. Mientras tanto, cuando la vida está suelta y el peso no pesa, hasta el tres leches y el churchill vienen bien sin remordimiento alguno. “¡Todo lo que es rico engorda!”, nos han dicho a menudo. Por otro lado, cuanto más vivimos con las manos abiertas, más fácil es la generosidad. Sin embargo, cuanto más lo hacemos con las manos cerradas, más fácil es el egoísmo y el aislamiento.
Vivimos entre polos y así pareciera que somos atraídos por el que tenemos más cerca. Todos sabemos lo que nos conviene y lo que no nos viene bien. Aún así, por mucho que buscamos respuestas, hace un tiempo lo escuché de una forma interesante. Mirá la diferencia:
Casi todo a lo que le ponemos deliberadamente nuestra atención, es bueno y nos conviene. Casi todo lo que inesperadamente captura nuestra atención, podría no ser bueno y hacernos daño.
Entre un polo y otro, por lo tanto, es mejor intencionalmente elegir el balance. Acá tenés mucho. Es cuestión de resolver la paradoja de tu vida, con aquello que nos agregue, construya y mejore, nos traiga paz, armonía y generosidad. A ese polo positivo hay que acercarse con fuerza y decisión, o de lo contrario, te jala el otro.
Ya lo había mencionado por ahí hace unos días: la mayor causa de fracaso e infelicidad está en sacrificar lo más importante en la vida, por lo que queremos ahora. Ahí está de nuevo, entre el polo de lo eterno y lo que perece, entre el gozo y el placer, entre el equilibrio y el caos, entre la vida y la muerte.
En fin, en Costa Rica un polo es otra cosa, y por esto, no te sorprendería que acá la politica (sin tilde) es cuestión común, aunque eso es tema para otra nota. Mientras tanto, ¿cuáles son los polos de tu vida? ¿Entre cuáles vivís? ¿Estás cerca de los que más te convienen?
Vivimos entre polos. Por lo tanto, ¿te parece elegir los mejores? Si me lo permitís, aunque no soy quien, te recomiendo el Gran Polo al que todos nos debemos acercar.